viernes, 4 de junio de 2010

Difusión: EL BICENTENARIO Y LA CONSTRUCCION DE LA NUEVA ARGENTINA

Los grandes acontecimientos sociales y políticos no se producen por generación espontánea. Suelen ocurrir de manera repentina –aunque con señales anticipatorias- pero se incuban, maduran y eclosionan como resultado de la creación de condiciones que los hacen posible.

La multitudinaria participación popular que concitó la conmemoración del bicentenario, encuadra en la categoría de hecho histórico sólo comparable a los grandes momentos en la construcción de nuestra nación.
Cabalgando en la memoria del pueblo, se trajeron al presente experiencias profundas del pasado que encendieron los sentimientos de millones de argentinos, que volvieron a sentirse parte de un todo llamado patria.
A ese pueblo y a esa memoria apelaron los eventos y la estética de las múltiples actividades contenidas en los varios días que duró la celebración. Pero la respuesta de millones a la invitación formulada por el gobierno nacional a celebrar el cumpleaños doscientos de la patria, no nació de un brusco ataque de patriotismo ni estuvo gobernada por el azar. Sería igual de mezquino querer atar este resultado a una capitalización política partidaria, como no reconocer que las políticas desarrolladas a lo largo de estos años a favor de los intereses nacionales y populares, fueron masivamente sentidas e interpretadas como lo que verdaderamente son y no como unos pocos pretenden que sean.

Es cierto que la masividad sorprendió a todos; pero hubo quienes desde el timón político del Estado pensaron, imaginaron y apostaron a una fuerte participación popular en los festejos, y quienes los negaron y sabotearon, hasta el ridículo de compararlos en un plano de igualdad con el espíritu frívolo y elitista de la gala del Colón. Fue ese mismo timón el que ayudó a resignificar para multitudes nunca vistas la Revolución de mayo, el papel de sus protagonistas y los hechos más relevantes de nuestra historia, conectándolos en clave nacional y popular a través de manifestaciones artísticas en las que se reconocieron y disfrutaron millones de compatriotas.
Existió la decisión de redoblar una apuesta al pueblo –sujeto insobornable en la construcción de un país más justo- nacida en el mismo momento del revés político de la última contienda electoral, lo que nos permitió pergeniar con holgada anticipación, un escenario multitudinario que excedió con creces la propia imaginación.

En ese clima de celebración, contagiado por la alegría, la abrumadora presencia de la juventud, el sentido de pertenencia y reafirmación de nuestra identidad como nación, se descorrieron varios velos: el pueblo –especialmente los sectores más humildes- están materialmente mejor; la sociedad no padece crispación; la gente tiene esperanza; y la saña visceral con que los grandes medios ejercen la oposición al gobierno, brilló por su ausencia. Vale la pena detenerse en la alegría, el espíritu de convivencia y el respeto por el otro y por nuestros máximos dirigentes, que campearon en todas las jornadas y contrastaron con la prédica mediática cargada de referencias a situaciones de caos, violencia e inseguridad. Los intentos lamentables por deslucir los festejos apelando a los remanidos problemas de tránsito, no pudieron vislumbrar que esta vez, se trataba de liberar las avenidas de la patria para abrirle paso a la historia.
Asistimos al triunfo del país real, que desmentía con la contundencia del número, la prédica engañosa y disolvente con la que se lo quiso someter.

El pueblo soberano no tiene dueño, pero sí demostró que tiene rumbo. Y que ese rumbo está atado a un modelo de país inclusivo, profundamente democrático, con igualdad de oportunidades, industrialista y fuertemente integrado a la patria grande latinoamericana. Con una justa distribución de la riqueza, verdad, memoria y justicia. Un rumbo que las mayorías populares no parecen estar dispuestas a desandar a favor de la Argentina del primer centenario, a la que algunos pretenden regresar, embanderados con un modelo fracasado y decadente de país, que nos sumió en la más profunda crisis social, económica y política de la que se tenga memoria..

La celebración del bicentenario encarnó, en su sentido más profundo, cual es el camino de la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación. Desde un abordaje federal, se puso en escena todo aquello de lo que fuimos y lo que somos capaces. Nos confrontamos con nuestros aciertos y nuestros fracasos históricos y también se desplegaron ante millones de argentinos a lo largo y ancho del país todas las potencialidades que anidan en la nación que estamos volviendo a poner de pie. Hay un antes y un después de esta conmemoración en el devenir del pueblo argentino, al que ya no le caben los malos augurios ni la desesperanza; ni lo amedrentan los miedos ni los medios que los pregonan. Se puso al hombro su propia historia en reemplazo de la que le contaron y se asumió como su protagonista, sabiendo que es dueño de su destino y que nada ni nadie podrá torcerle el camino que va a recorrer.

En la semana de Mayo, alumbró una sociedad más conciente y decidida a profundizar los cambios emprendidos en 2003, para construir un país más justo. Además de más grande y en serio, fundamentalmente más justo.
Quizás sea esta la más importante revelación aportada por el pueblo movilizado para quienes estamos empeñados en edificar la Nueva Argentina.
Es decir, un país integrado, respetuoso de su diversidad cultural, que impulse un crecimiento sustentable con equidad a la par que vaya construyendo una mejor sociedad, más comprometida, más responsable y solidaria. El país que queremos volver a ser, con la sabiduría que nos da haber aprendido del pasado. El país que soñamos y nos merecemos si somos capaces de unir las tremendas energías positivas desplegadas en estos días de gloria por los más diversos sectores de nuestra sociedad. Somos testigos y protagonistas privilegiados de un tiempo histórico excepcional y tenemos delante nuestro el desafío enorme de llevar a buen puerto la más importante oportunidad de construir una patria para todos.

Es mucho lo que todavía nos falta por hacer y son variados los obstáculos a vencer. Pero ahora tenemos más certezas que presunciones sobre la existencia de la fuerza arrolladora de un pensamiento nacional y popular compartido por millones. Ese es el resultado de la batalla más importante librada en este tiempo por el pueblo, alcanzando una tremenda conquista cultural contra la más feroz construcción mediática de realidad virtual en la era de la globalización.
Se impuso por sobre todas las cosas el sentido de realidad, condición que le augura larga vida al proyecto nacional y popular en desarrollo hasta su definitiva consolidación y revaloriza el papel de la conducción estratégica ejercida por el compañero Néstor Kirchner y la compañera Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Ellos encarnan, mejor que nadie en nuestra patria, la oportunidad histórica que vive el continente latinoamericano. En este lugar del mundo se juega nuestro destino como nación. Y desde esta fragua social y política constituida por todos los pueblos hermanos de la región, será posible parir nuevos paradigmas, superadores de los que sostienen el modelo en profunda crisis por la que atraviesan los países más poderosos del planeta.-


Junio de 2010

Mesa Nacional DOCUMENTO DE LA CORRIENTE NACIONAL Y POPULARDEL FRENTE PARA LA VICTORIA

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